Cuando la vida se torna agobiante, cuando te parece que todo tu mundo se cae a pedazos, cuando consideras que nada de lo que llevas a cabo contribuye a mejorar la situación, piensa en Mí. Piensa en lo mucho que te amo. Piensa en Mi poder. Piensa en todo lo que te he concedido. Si me agradeces todo lo bueno que hay en tu vida, se disiparán los sentimientos pesimistas.
Desde que tengo uso de razón no me gustan los días nublados y menos en invierno. Se me hacen eternos y deprimentes, y me hacen tiritar el cuerpo y el alma.
De todos modos, son parte de la vida. Así que resolví aprender a disfrutarlos. Ya no me parecen tan lóbregos. ¿Cuál es el secreto? En realidad tengo varios.
Ante una situación adversa, muchas personas se quejan y hacen hincapié en lo negativo. Otras, por el contrario, han descubierto el buen efecto de pensar positivamente y lo aprovechan. La eficacia de pensar favorablemente se multiplica cuando tornas esos pensamientos en alabanzas dirigidas a Mí por la bondad que te manifiesto, el amparo que te brindo, la provisión de tus necesidades y las muchas bendiciones que hago llover sobre tu vida.
El otro día, en la mesa de un restaurante, mientras mataba el tiempo en medio de unas diligencias, resolví anotar espontáneamente algunos pensamientos sobre lo que significa Jesús para mí y lo que me apasiona de Él. Estas cosas me acudieron a la mente:
En cierta ocasión hicimos una excursión en familia hasta la cima del pico Pikes, uno de los más altos de las Montañas Rocosas. A unos 4.200 metros sobre el nivel del mar nos deleitamos con increíbles vistas de lagos, formaciones rocosas, bosques y altas montañas en los cuatro puntos cardinales. Toda aquella escena quedó grabada en la memoria colectiva de nuestra familia, para evocarla una y otra vez.
Cuanto más me alabes y me dirijas palabras de gratitud por todo lo bueno que hay en tu vida, más cultivarás una actitud positiva, aun frente a situaciones que tiendes a considerar negativas. Cuanto más cultives una perspectiva optimista, más te darás cuenta de que en realidad Yo puedo hacer que todo lo que te ocurra redunde en tu bien, te aporte algún beneficio y te ayude a aprender algo importante o a adquirir una nueva habilidad.
Asemejarnos más a Cristo significa llegar a ser mejores cristianos mediante una aplicación más resuelta de las enseñanzas de las Escrituras, combinada con la guía y gracia del Espíritu Santo. Esa aplicación de la Biblia tiene dos vertientes. Por un lado, exige renunciar a todo aquello que no esté a tono con Dios y resistir y vencer el pecado tanto como sea posible. Por otro, consiste en revestirnos de Cristo1, abrazar las virtudes cristianas que se mencionan en las Escrituras y conducirnos de un modo que refuerce en nosotros tales virtudes.
El otro día me sirvió de estímulo leer en el blog de una amiga sus comentarios sobre alabar a Dios por Su bondad a pesar de las dificultades y contratiempos que surgen a diario.
En general soy un tipo agradecido. Escribo notas inspiradoras en mi blog o las envío por correo electrónico a amigos y familiares para participarles mis buenas venturas. Sin embargo, al cabo de tantos años aún no me había habituado a alabar a Dios por mis desventuras, «dando siempre gracias por todo al Dios y Padre»1. No estaba acostumbrado a procurar ver lo bueno en todo.
Un buen amigo me contó algo que le sucedió en su cumpleaños. Su auto estaba en el taller, así que se pasó todo el día conduciendo el vehículo de otra persona a la que llevó de excursión. Como tenía pensado recoger su auto al terminar aquel extenso paseo, portaba una importante suma de dinero para pagar las reparaciones.
En esta época del año celebramos el elemento fundamental de nuestra fe cristiana: la resurrección de Cristo. Es el tema central del evangelio, el componente clave que valida todo lo que enseñó Jesús. Su resurrección demuestra que Él es el Hijo de Dios, que los creyentes tenemos salvación y perdón, que somos hijos de Dios y que estaremos con Él eternamente en el Cielo.